IMPORTANCIA DEL EJERCICIO FISICO INTENCIONADO PARA EL ENVEJECIMIENTO ACTIVO EN LA SALUD

20.07.2009 19:37

 

IMPORTANCIA DEL EJERCICIO FISICO INTENCIONADO PARA EL ENVEJECIMIENTO ACTIVO EN LA SALUD

MENTAL: ALZHEIMER

*Dr. Edgardo Molina Sotomayor, **Dr. José González Jurado

*** Lic. Godofredo Chirinos Sotelo, ****Lic. Napoleón Murcia

 

*Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

Departamento de Educación Física, DEFDER, Chile

emolinaumce@hotmail.com

**Escuela Universitaria Cardenal Spínola. Fundación San Pablo CEU, España

***Universidad Ignacio de Loyola, Perú

**** Universidad de Caldas

Departamento de Educación Física. Colombia

La importancia del envejecimiento activo y la formulación de planes de acción que promuevan la salud, fue tema de debate desarrollado por el Programa de Envejecimiento y Ciclo Vital de la OMS como contribución a la Segunda Asamblea Mundial de las Naciones Unidas sobre el Envejecimiento, celebrada en abril de 2002 en Madrid, España.

El envejecimiento activo, permite afrontar muchos de los retos tanto de las personas como de las poblaciones que están envejeciendo al contribuir a menos muertes prematuras en las etapas más productivas de la vida, menos discapacidades relacionadas con enfermedades crónicas en la ancianidad, más personas que disfruten de una calidad de vida positiva a medida que vayan envejeciendo, más personas que participen activamente en los ámbitos sociales, culturales, económicos y políticos de la sociedad, en la vida doméstica, familiar y comunitaria, todo lo que significa menos gastos debidos a los tratamientos médicos y de atención sanitaria.

Los servicios de salud mental, que desempeñan un papel crucial en el envejecimiento activo, deben considerar la motricidad como parte integral de la asistencia en este tipo de pacientes. Ya que la práctica del ejercicio físico con lleva a la adopción de estilos de vida saludables y a la participación activa en el propio autocuidado que es importante en todas las etapas del curso vital. Una actividad física adecuada, una alimentación sana, no fumar y el consumo prudente de alcohol y medicamentos en la vejez, pueden evitar la discapacidad, el declive funcional, prolongar la longevidad y mejorar la propia calidad de vida.

Un estilo de vida activo en el que se incluya el ejercicio físico intencionado, mejora la salud mental y suele favorecer los contactos sociales. El hecho de mantenerse activos puede ayudar a las personas mayores a mantener la mayor independencia posible y durante el mayor período de tiempo, además, de reducir el riesgo de caídas. Por lo tanto existen también ventajas económicas en el hecho de que las personas mayores permanezcan más activas físicamente.

 A pesar de todo, una gran proporción de personas mayores lleva una vida sedentaria en la mayoría de los países como es el caso de Chile, Perú, Colombia y España. Las políticas y los programas de gobierno de éstos y otros países  deben animar a las personas a estar físicamente más activas a medida que envejecen y proporcionarles oportunidades para ello. Es especialmente importante ofrecerles áreas de paseo seguras y apoyarles en actividades comunitarias que sean culturalmente apropiadas, como también de acciones que estimulen la cognición pudiendo ser entre otras el juego o la recreación intencionada.

Los factores psicológicos como la inteligencia y la capacidad cognoscitiva son potentes predictores del envejecimiento activo y la longevidad (Smits et al, 1999). Durante el envejecimiento normal, algunas capacidades cognitivas como, la velocidad de aprendizaje y la memoria disminuyen de forma natural con la edad. Sin embargo, estas pérdidas pueden compensarse por un incremento de la sabiduría, los conocimientos y la experiencia. A menudo el declive del rendimiento cognoscitivo se desencadena por el desuso, la enfermedad, los factores conductuales, los factores psicológicos y los factores sociales más que por el envejecimiento per se.

Por otro lado, es importante precisar que las enfermedades neurodegenerativas se expresan y debutan clínicamente con una notoria alteración de la capacidad de memoria y de juicio, tanto para la Enfermedad de Alzheimer y afecciones similares, como para la llamada Demencia Senil que afecta a ancianos no enfermos mentalmente. Además, por no tener estas enfermedades un diagnóstico presuntivo temprano, hace imposible predecir con exactitud cuál o cuáles de los adultos mayores contraerán alguno de estos tipos de enfermedad discapacitante.

Por lo anterior, efectuar una intervención indiscriminada en todos los adultos mayores permite proteger tanto a los posibles dementes por Enfermedad de Alzheimer y afecciones similares, como a los ancianos sanos que sufrirán de demencia senil producto de la edad y del sedentarismo intelectual y físico.

Al respecto también es necesario considerar que algunas demencias de los adultos mayores y ancianos pueden ser tratadas clínicamente con resultados totales o parcialmente reversibles; sin embargo, otras demencias una vez que debutan clínicamente son progresivas e irreversibles. No obstante lo anterior, unas y otras pueden ser retardados en su expresión clínica si se manejan adecuadamente algunas causas que ponen en marcha los mecanismos neurológicos propios de esa enfermedad mental.

Dentro de las causas desencadenantes están la perdida de la autoestima personal, o los duelos como la viudez, la jubilación o la partida de los hijos. Todas ellas producen sensación de angustia y desamparo que llevan a los sujetos al sedentarismo físico y psíquico, el que a su vez, generalmente, precede a una patología invalidante como son, entre otras, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Pick, las demencias post–traumáticas  y las demencias vasculares.

La enfermedad de Alzheimer, es una enfermedad neurodegenerativa de causa desconocida, progresiva e irreversible, que conduce a la demencia extrema y a la postración en un plazo variable que va desde los 3 años a los 10 ó 15 años desde que se expresan los primeros síntomas. Su principal factor de riesgo es la carga genética del sujeto y la edad cronológica del enfermo.

Efectivamente, el 20% de los enfermos de Alzheimer heredan esta predisposición de sus padres y son afectados por ésta cuando tienen entre 45 y 50 años de edad. En este caso, se le conoce como “Enfermedad de Alzheimer de Origen Hereditario o Genético”. A su vez, el 80% restante corresponde a Enfermedad de Alzheimer Esporádica, cuyo inicio clínico ocurre alrededor de los 60 años de edad.

Durante su curso la enfermedad atraviesa por tres etapas. La etapa inicial es la más benigna, caracterizándose por pérdida de memoria, particularmente de la memoria de corta duración que dice relación con los acontecimientos inmediatos, y la dificultad para ejercer su rol laboral o jefe de familia. En esta etapa, es muy importante estimular la memoria y reforzar las actividades aprendidas durante la vida laboral para impedir la discapacidad derivada de la depresión y pérdida de la autoestima del sujeto. De allí que esta etapa es la más favorable para intervenir con terapias no farmacológicas, como, la actividad Física dirigida e intencionada, entre otras.

El cerebro de un paciente fallecido de enfermedad de  Alzheimer, al igual que el cerebro de un anciano fallecido a muy avanzada edad, se caracteriza por cuatro eventos histopatológicos: la muerte neuronal, el depósito de una substancia insoluble en la pared de los vasos sanguíneos que irrigan las meninges cerebrales, la presencia de ciertos grumos densos llamados placas seniles y la aparición intracelular de ovillos neurofibrilares.

 Actualmente, existe acuerdo en la comunidad científica internacional para aceptar que la enfermedad de Alzheimer es de origen genético. En efecto, recién en el año 1984  Glenner y Worg de la Universidad de San Diego, en California, USA, dieron cuenta de un importante descubrimiento científico: determinaron las características químicas de los depósitos densos encontrados en las paredes de los vasos sanguíneos de las meninges cerebrales de pacientes fallecidos de Enfermedad de Alzheimer. Se trataba de depósitos de una proteína particular compuesta por alrededor de 40 aminoácidos llamada Proteína Beta Amiloide o Proteína Beta A4, la que a su vez, proviene de una proteína más grande, conocida como Proteína Precursora del Amiloide o PPA que posee alrededor de 700 aminoácidos.

La proteína Beta Amiloide es fisiológicamente activa y participa del citoesqueleto de la membrana celular de todas las células del organismo. Por razones que aún no están claramente dilucidadas, esta proteína sufre una alteración de su metabolismo que la transforma químicamente, produciendo su acumulación en los núcleos basales del cerebro que posteriormente darán cuenta del cuadro clínico que caracteriza esta demencia.

Recientemente, se ha reportado que la proteína Beta A4 es producida por un gen ubicado en el cromosoma 21 del hombre, muy cerca del locus del gen que codifica para el Síndrome de Down o Mongolismo; además, en el caso de la Enfermedad de Alzheimer, participan genes ubicados en los cromosomas 1, 14, 19.

Estos antecedentes, permiten asegurar que la demencia de las personas mayores que poseen la tara genética, se expresará más tarde o más temprano de su vida, por lo que se hace indispensable educarlos cuando están aún sanos para desarrollar las habilidades que retarden la discapacidad.

Finalmente, vale destacar que este tipo de enfermedad aunque se encube durante toda la vida, puede mantenerse en estado latente y no expresarse clínicamente a menos que aparezca una causa desencadenante del tipo traumante que dé inicio a las manifestaciones clínicas de la enfermedad.

Por esta razón, este tipo de patologías no discrimina entre niveles socio culturales ni socio económicos, pero, al no existir políticas de salud pública ni centros especializados que atiendan a estos enfermos, la enfermedad debe vivirse dentro del núcleo familiar, siendo los sectores más pobres los que requieren de mayor educación en los factores de riesgo que inducen a la demencia. Dentro de estos factores se destaca de manera preferente, la violencia intrafamiliar y en particular la violencia hacia los propios adultos mayores.

 El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer es extraordinariamente complejo y costoso, aceptándose universalmente que la única forma de confirmar el diagnóstico clínico es a través de una biopsia cerebral que se realiza pots-mortem. Un estudio clínico  con exámenes de laboratorio y rendimiento de test cognitivo del enfermo, mide su capacidad de memoria y comportamiento, permitiendo al médico tratante hacer un diagnóstico presuntivo de la enfermedad. Lamentablemente cuando ello ocurre, ya se ha instalado la enfermedad demenciante e iniciando su curso progresivo irreversible.

  No obstante lo anterior, este tipo de enfermedad mental, puede ser retardado en su inicio a través de la educación y terapia ocupacional específica que estimule la capacidad intelectual y física de las personas que tengan la predisposición genética de ser portadores de la tara. Adicionalmente, se puede asegurar que aunque la enfermedad es progresiva e irreversible, es posible, en etapas tempranas, retardar su evolución a partir de ejercicios intelectuales y físicos especialmente diseñados para tal efecto.

Por lo anterior, se deberá invertir en el grupo de mayor riesgo, que son las personas mayores que se encuentren en un estado de sedentarismo intelectual y físico, de modo de protegerlos del síndrome socio cultural deficitario que induce a expresión temprana de la enfermedad.

Ciertamente, el tipo de trabajo físico a realizar con las personas mayores en las cuales se pretenda contribuir a prevenir la discapacidad mental por medio de una intervención lúdica motriz, debe ser llevada a cabo con una orientación que repercuta efectivamente en todos aquellos aspectos de la vida afectiva e intelectual del adulto mayor, como es la capacidad de adaptación, la memoria, la seguridad, la percepción, la confianza, la atención, la autoestima y la valoración de lo que es y lo que puede realizar.

El ejercicio físico intencionado, tiene recursos y elementos que efectivamente apoyan la estimulación cognitiva. Así por ejemplo, las actividades de imitación presentadas en forma lúdica permiten ejercitar la observación, la retención en la memoria y la recordación para reproducir la rutina. A su vez, los juegos donde es necesario memorizar palabras, objetos o bien situaciones en un determinado espacio y/o en el tiempo, estimulan estrategias de memorización, de retención en memoria y recordación.

 

 

Las actividades de un programa para personas mayores, deben servir a la prevención y el mantenimiento de las capacidades intelectuales. De allí que un buen programa de este tipo debe tener objetivos y contenidos congruentes con el propósito de prevención y mantención de las capacidades intelectuales, o sea, debe incidir efectivamente en el mejoramiento de las características psicológicas mediante ejercicios y juegos que obliguen al participante a estar atento, a memorizar una serie de movimientos, aprender reglas, los pasos de una danza o un baile, a crear movimientos nuevos a partir  de una historia, seguir un ritmo, una música, etc, es decir, actividades en las que el adulto se encuentre analizando, decidiendo el movimiento y encontrando soluciones motrices a las propuestas de ejercicios del profesor.

Muchas evidencias indican que la privación de estímulos ambientales en personas mayores se relaciona directamente con un mayor deterioro cognitivo. Huppert, en 1998, aplicó un test de memoria a un grupo de jubilados, demostrando que aquellos ancianos que participaban regularmente en actividades recreativas bien planificadas e intencionadas obtenían el mejor puntaje, independientemente del conocimiento intelectual o el nivel de escolaridad.

La estimulación psicofísica, desde una perspectiva neurofisiológica, pretende facilitar el fenómeno de la neuroplasticidad que subyace al hecho del aprendizaje, incorporando cambios duraderos en la función sináptica como respuesta a impulsos repetidos presinápticos. Este mecanismo de sensibilización neuronal permite aumentar las conexiones dendríticas incluso en cerebros envejecidos.

En resumen, cuando se implementa un programa de estimulación sin fármacos a personas ancianas, resulta indispensable que los mayores de 60 años constituyan un universo muy heterogéneo, frecuentemente con insuficiente preparación educacional y cultural, portadores de disfunciones intelectuales, pero todavía conservando capacidad de aprender debido, al parecer, al fenómeno de la neuroplasticidad cerebral.

   

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